La Candelaria, el centro histórico de la ciudad tiene una gran cantidad
de patrimonio histórico: la Casa de la Independencia (la del florero), la Plaza
de Bolívar, la Casa de la Moneda, Catedral, el Teatro Colón entre otros. La
mayoría son museos o casas y datan de la época colonial o del siglo XIX.
Pero bajo nuestros pies y ahora ante nuestros ojos en plena carrera
séptima (Antigua Calle Real) se encuentra otro elemento histórico que enriquece
aún más a la Candelaria, no es un antiguo acueducto colonial (como los que
suele encontrar cuando intentan arreglar una calle en el centro), ni un rastro
indígena, es un elemento más cercano, sin duda uno más moderno pero que igual
que lo indígena o lo colonial perdido en el tiempo, los rieles del tranvía.
Estos rieles fueron hallados al hacerse la obra de peatonalización de la
carrera séptima. Los rieles venían del sur –la Plaza de Bolívar- y se
conectaban con los rieles que hoy son visibles en la calle Jiménez –los cuales
sentimos los ciclistas-. Al ser hallados un grupo de arqueólogos,
historiadores, conservadores-restauradores y museógrafos fueron los encargados
de estudiarlos y por presión de la prensa, los habitantes y por comerciantes
del sector, de colocarlos de alguna forma en exhibición. En este sentido, la directora del grupo de
investigadores, la arqueóloga Mónica Therrien comentó en un Seminario de
Patrimonio en la Universidad Autónoma, que el propósito de exhibir los rieles
era de mostrar el valor social que estos tenían y también mostrar lo que representó
para su momento y finalmente para tener en cuenta los otros modos de transporte
público. La arqueóloga enfatizo que
querían exhibirlos en contexto, en la misma calle, para darle así más
significado.
Los rieles exhibidos se encuentran en dos pequeños tramos, cada uno de
12 metros. Uno al lado de la Casa de la Independencia en la calle 11 y otro en
la calle 12 b, el resto de los rieles se dejaron bajo tierra, específicamente
bajo las jardineras que hoy adornan la séptima.
La apuesta museográfica consiste en unas vitrinas de concreto blanco,
acompañadas de cedulas que dan un breve y clara historia del tranvía, otras con
frases que muestran las ideas que en su tiempo tuvieron los usuarios, los
medios de comunicación y autoridades sobre el Tranvía y otra con un mapa
general y comprensible sobre las rutas que tuvo el tranvía.
La exhibición de los rieles solo tiene un par de lunares. El primero es
que al ser la carrera séptima una calle que lleva al centro político del país,
es por donde pasa las principales movilizaciones ciudadanas. En algunas manifestaciones unos simples vándalos buscan destruir el equipamiento urbano entre
esos las vitrinas en concreto, por lo que las autoridades le colocan una malla
de plástico duro para protegerlas. El problema radica en que se coloca la maya
y luego no la quitan, entonces queda cubierta la exhibición. El otro lunar, es
que el centro es visitado por miles de extranjeros y ninguna de las cedulas se
encuentran traducidas al inglés, haciendo que uno de los elementos visitables
de la ciudad sea incomprensible para buena parte de los visitantes. Creería que
faltó en la exhibición mayores apoyos museográficos para ambientarlos, se pudo
incorporar elementos de estaciones y también mostrar algo icónico, su
destrucción.
Ya para finalizar, Lo importante de esta exhibición es que muestra que
la tecnología no cambia los comportamientos de la ciudad, hoy tenemos troncales
de Transmilenio, pero la animadversión del bogotano con su transporte público
se remonta a 1884. Es entonces que esta exhibición nos debe llevar pensar y
exigir a nuestras autoridades que todo nuevo proyecto de transporte público
masivo se piense en función de los usuarios y no de los operadores. Finalmente
estamos ante el primer paso para hacer de Bogotá un museo, uno que vive y
siente su pasado, que lo enfoque en el presente y siempre con la vista puesta
en el futuro.
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