22 sept 2016

En el centro de un Universo cultural. El Planetario Distrital




El Planetario Distrital es uno de los referentes de la ciudad, pues se
encuentra en pleno centro y las personas jóvenes lo conocemos desde siempre, por verlo al caminar por la séptima o por alguna visita del colegio. El planetario se encuentra rodeado parcialmente por el Parque de la Independencia o Centenario, por la que esperemos sea la antigua Plaza de toros La Santa María, tiene al frente la iglesia de San Diego (que cuenta con dos excelentes restaurantes), se encuentra a pocas cuadras del Museo Nacional y de toda la zona de restaurantes de la Macarena y dentro de poco contará con la cercana alameda con jardines y muros verdes sobre la calle 26, la cual duró mucho tiempo en construcción pero que conectará el Parque y el Planetario con el Museo de Arte Moderno. El Planetario se encuentra en el centro de uno de los universos culturales de nuestra ciudad.
El planetario tiene cuatro ofertas al público: El Museo del Espacio que funciona de 10 am- 4 pm, la Proyección de estrellas en el Domo con el horario de 11 am- 5 pm, La Franja infantil dirigida que se da de 3:30 pm a 4:30 pm. Los costos de las ofertas del Planetario es elevado, pues la entrada al Museo cuesta $9600, con descuento para estudiantes queda en $8500 y si se es adulto mayor queda en $4500. Los costos de entrada hacen que buena parte del público desista de ingresar, pues es el costo es similar o mayor que entrar al cine, además se ve de primerazo como muy costoso si se tiene en cuenta que el Museo Nacional es gratuito y que en la mayoría de museos el costo de entrada es muy económico. Y si a esto le suman que al llegar a taquilla la atención es apurada, fría y como en mi caso en el día que realicé la vista, fue grosera, hace que uno contemple en gastar los $9600 pesos en unas cervezas, un postre o cualquier otra cosa.

Una vez dentro del museo y obviando la mala atención y los altos costos se ingresa a una sala de proyección, donde un guía explica en términos generales lo que nos encontraremos en el Museo. El museo cuenta con un vídeo introductorio, con dos salas y una última sala donde se proyecta un vídeo final. Las salas son pequeñas, pero tienen un cedulario fácil de leer, bilingüe y la mayoría con un lenguaje simple y entendible, lo que es sin duda un acierto teniendo en cuenta lo complejo del tema: El Universo. Las salas cuentan con unos interactivos muy interesantes sobre constelaciones, fases de la Luna, los diferentes tipos de energías, los agujeros negros, meteoros, planetas, proyecciones viajes espaciales, lo único que faltaría sería hacer más explícito el funcionamiento, aunque siempre se cuenta en sala con unos guías atentos y muy amables siempre dispuestos a orientar al público en sus dudas.
Comentario aparte merecen dos elementos museográficos del Museo: el vídeo sobre la presencia del espacio en el arte universal y la simulación de un debate científico entre grandes científicos. El primero de una forma simple y bien hecha toma piezas icónicas del arte occidental y muestra la presencia del universo o el conocimiento del artista en referencia al espacio, es sin duda un elemento que entretiene y asombra. El segundo elemento es la simulación de un debate científico de alto nivel donde en vídeos conectados varios reconocidos actores colombianos interpretan grandes científicos expertos en teorías sobre el universo y debaten, permitiendo así ver aspectos generales y esclarecedores sobre teorías y también ver como funciona el mundo científico, el debate y la necesidad del mismo, incluso para admitir equivocaciones. Mostrar la ciencia cercana, divertir con buenos interactivos y hacer del debate una
herramienta es de los más grandes aciertos del Museo del Espacio.
El museo del espacio cuenta con tres piezas muy simbólicas e interesantes que no tenía idea de su existencia: las dos pequeñas banderas de Colombia que llegaron a la Luna es las misiones espaciales de la NASA y una fotografía original de la tierra vista desde la Luna. Esta piezas son pequeñas pero sobrecogedoras, puesto que después de ver en sala la bastedad del universo ver que parte simbólica de nuestro país llegó tan lejos, es lindo!
Ya para finalizar, la sensación que queda es de satisfacción pues se aprendió y divirtió. Si tan solo la atención inicial hubiese sido buena la experiencia de visita habría sido perfecta. La invitación es a visitarlo y no se dejen amedrentar de los precios pues vale la pena visitarlo. Cuando lo visiten a la salida no dejen de visitar la tienda de recuerdos, tienen un montón de cosas súper simpáticas y además creo que es la tienda donde venden los mejores de souvenires sobre Bogotá para llevar de regalo al exterior.



Los rieles del olvido

La Candelaria, el centro histórico de la ciudad tiene una gran cantidad de patrimonio histórico: la Casa de la Independencia (la del florero), la Plaza de Bolívar, la Casa de la Moneda, Catedral, el Teatro Colón entre otros. La mayoría son museos o casas y datan de la época colonial o del siglo XIX.
Pero bajo nuestros pies y ahora ante nuestros ojos en plena carrera séptima (Antigua Calle Real) se encuentra otro elemento histórico que enriquece aún más a la Candelaria, no es un antiguo acueducto colonial (como los que suele encontrar cuando intentan arreglar una calle en el centro), ni un rastro indígena, es un elemento más cercano, sin duda uno más moderno pero que igual que lo indígena o lo colonial perdido en el tiempo, los rieles del tranvía.

Estos rieles fueron hallados al hacerse la obra de peatonalización de la carrera séptima. Los rieles venían del sur –la Plaza de Bolívar- y se conectaban con los rieles que hoy son visibles en la calle Jiménez –los cuales sentimos los ciclistas-. Al ser hallados un grupo de arqueólogos, historiadores, conservadores-restauradores y museógrafos fueron los encargados de estudiarlos y por presión de la prensa, los habitantes y por comerciantes del sector, de colocarlos de alguna forma en exhibición.  En este sentido, la directora del grupo de investigadores, la arqueóloga Mónica Therrien comentó en un Seminario de Patrimonio en la Universidad Autónoma, que el propósito de exhibir los rieles era de mostrar el valor social que estos tenían y también mostrar lo que representó para su momento y finalmente para tener en cuenta los otros modos de transporte público.  La arqueóloga enfatizo que querían exhibirlos en contexto, en la misma calle, para darle así más significado.




Los rieles exhibidos se encuentran en dos pequeños tramos, cada uno de 12 metros. Uno al lado de la Casa de la Independencia en la calle 11 y otro en la calle 12 b, el resto de los rieles se dejaron bajo tierra, específicamente bajo las jardineras que hoy adornan la séptima.  La apuesta museográfica consiste en unas vitrinas de concreto blanco, acompañadas de cedulas que dan un breve y clara historia del tranvía, otras con frases que muestran las ideas que en su tiempo tuvieron los usuarios, los medios de comunicación y autoridades sobre el Tranvía y otra con un mapa general y comprensible sobre las rutas que tuvo el tranvía.

La exhibición de los rieles solo tiene un par de lunares. El primero es que al ser la carrera séptima una calle que lleva al centro político del país, es por donde pasa las principales movilizaciones ciudadanas. En algunas manifestaciones  unos simples vándalos buscan destruir el equipamiento urbano entre esos las vitrinas en concreto, por lo que las autoridades le colocan una malla de plástico duro para protegerlas. El problema radica en que se coloca la maya y luego no la quitan, entonces queda cubierta la exhibición. El otro lunar, es que el centro es visitado por miles de extranjeros y ninguna de las cedulas se encuentran traducidas al inglés, haciendo que uno de los elementos visitables de la ciudad sea incomprensible para buena parte de los visitantes. Creería que faltó en la exhibición mayores apoyos museográficos para ambientarlos, se pudo incorporar elementos de estaciones y también mostrar algo icónico, su destrucción.

Ya para finalizar, Lo importante de esta exhibición es que muestra que la tecnología no cambia los comportamientos de la ciudad, hoy tenemos troncales de Transmilenio, pero la animadversión del bogotano con su transporte público se remonta a 1884. Es entonces que esta exhibición nos debe llevar pensar y exigir a nuestras autoridades que todo nuevo proyecto de transporte público masivo se piense en función de los usuarios y no de los operadores. Finalmente estamos ante el primer paso para hacer de Bogotá un museo, uno que vive y siente su pasado, que lo enfoque en el presente y siempre con la vista puesta en el futuro.