Cada año, en junio, acompaño a mis amigas y amigos homosexuales en su Marcha del Orgullo Gay.
Y, una vez más, la emblemática carrera 7a. se llenó del color del arcoiris que, con múltiples banderas, busca recordarnos la realidad de la diversidad sexual.
Este año fue una marcha aniversario de las famosas revueltas de Stonewall Inn en Nueva York, ese bar desde donde surgieron las primeras protestas y se encendió la llama de la lucha por los derechos de los homosexuales, el 28 de junio de 1969.
Hace apenas 40 años se iniciaban las primeras reivindicaciones de derechos para una comunidad homosexual que aún vivía escondida y en condiciones de enormes riesgos.
De nuevo, este año, la marcha contó con una enorme diversidad de participantes, organizaciones, universidades, barrios, localidades y bares de Bogotá, además de las tradicionales drag queens y trans y de llamativas carrozas, cada año más creativas y sonoras.
Una fiesta bien organizada, una fiesta de la dignidad, de la igualdad, del reconocimiento y de la visibilidad, en un ambiente pacífico y lúdico.
Me sorprendió este año el carácter más político, militante y creativo que en otras ocasiones, la participación de muchas mujeres lesbianas ya sin máscaras, de mucha juventud y, en los andenes de la 7a., un público muy nutrido.
Desde el Parque Nacional hasta la Plaza de Bolívar, miles de ciudadanos y ciudadanas estuvieron esperando pacientemente la marcha. Un público más respetuoso de año en año: no oí un solo insulto, ni una sola obscenidad durante todo el trayecto y, por el contrario, mucha gente que tomaba fotos y preguntaba cosas relacionadas con la marcha.
Bogotá se ha vuelto una ciudad referencial en cuestión de compromisos con la diversidad sexual. La gran mayoría de los funcionarios del Distrito se hicieron presentes en la marcha, lo que contrastó, eso sí, con la total ausencia del Gobierno central y, por supuesto, de la Procuraduría General de la Nación, entre otras entidades del Estado.
Es bueno recordar a este propósito que el actual procurador, el doctor Ordóñez, ha expresado claramente su oposición frente a la realización y garantía de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas, tal como se puede leer en varias de sus publicaciones y, muy particularmente, en Hacia el libre desarrollo de nuestra animalidad (La Bastilla, Bucaramanga, 2003).
Y si bien es cierto que la Corte Constitucional se ha mostrado justa y solidaria con derechos fundamentales de la población LGBT y ha fallado a favor de varias demandas, todavía estas comunidades esperan de las instituciones del Estado el cumplimiento efectivo de la sentencia.
Cabe precisar que soy heterosexual, y lo preciso porque el hecho de que acompañe a mis amigas y amigos en su marcha hace pensar a mucha gente que todas las feministas somos lesbianas.
No soy lesbiana, pero soy una convencida de las raíces comunes de los movimientos feministas y LGBT, particularmente en relación con el rechazo a la imposición patriarcal del modelo heterosexual y de la normatividad que lo sustenta.
Son estas algunas de las muchas razones por las cuales siempre me he hecho partícipe de esta marcha. Además de tener la oportunidad de encontrarme con muchos de mis mejores amigos y amigas.
Y bien sabemos hoy que en todo 'hétero' está presente también un 'homo'.
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad
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