Existe una tendencia a ignorar lo que otros hacen y empezar de ceros todas las veces, yo lo llamo el síindrome de Adan o de inventar el mundo todas las veces. Pero en mi caso prefiero aprender de la experiencia de otras y otros y poder crecer.
En esta ocasión aproveche mis vacaciones para viajar a Medellín y además de disfrutar de la eterna primavera hablar con algunas autoridades para conocer cómo hacen las cosas en esa ciudad. En particular busqué el trabajo que están haciendo con la rumba y la noche y encontré cosas muy interesantes de las cuales podamos aprender en Bogotá y adaptar a nuestra realidad.
A comienzos de la administración de Fajardo en Medellín, un acercamiento entre la Alcaldía y los comerciantes permite iniciar el proceso de creación del Pacto de Rumba Segura, este proceso pretende generar una corresponsabilidad entre el comercio de la rumba y la administración para mejorar la seguridad de la ciudad. Comienza con una identificación de la rumba donde se detecta que la mayoría de los establecimientos son ilegales, no cuentan con todos los requisitos de ley o simplemente la desconocen, ante esa realidad la administración comienza una serie de capacitaciones y brinda plazos para que los comerciantes se pongan al día con la ciudad, se busca también que al conocer mejor sus derechos, los establecimientos no sean víctimas de la corrupción de ciertas autoridades que buscan abusar del poder.
Este proceso tomo su tiempo pero permitió generar confianzas, necesarias para implementar normas legítimas y con posibilidades de aceptación. Hasta este momento lo que más me gusta del proceso es precisamente que se tomaron su tiempo y no buscaron soluciones milagrosas e instantaneas para una problemática tan compleja como la seguridad de la noche, además la forma participativa garantiza sostenibilidad a pesar de los cambios de gobierno.
Una vez superada esta etapa se construye el primer documento de acuerdo en el cual se establecián unos requisitos para que los establecimientos que los cumplieran pudieran funcionar más allá del horario establecido para la ciudad (que en Medellín es la 1 de la mañana, para los que dicen que Bogotá exagera con las 3) Esta evaluación del cumplimiento de los requisitos estaba a cargo de un comité local conformado por el inspector de la comuna, el comandante de la policía y alguien de la secretaria de gobierno. Esas evaluaciones tenían dificultades porque eran muy subjetivas y no le permitían al comerciante controvertirlas así que se busco generar unas variables objetivas de medición y se le solicitó al comité que el concepto fuera motivado para evitar esa subjetividad que se presta a corrupción.
El proceso avanzó y en el gobierno de Alonso Salazar se propuso que en lugar de la evaluación local se creara una certificación que fuera medible y diera niveles de calidad con los cuales otorgar un mayor o un menor horario (sí, ellos también le restringen el horario a los que incumplen, no es sólo zanahoria, también tiene su garrote) Inicialmente tal certificación la iba a otorgar la secretaria de gobierno pero conscientes de la falta de capacidad operativa para revisar los cerca de 4.000 establecimientos de rumba de la ciudad (sólo en Chapinero hay una cifra cercana a esa) decidieron que lo hiciera una entidad externa que pudiera hacerlo con más eficiencia.
Contactaron al ICONTEC por su experiencia, definieron las variables y diseñaron el instrumento de evaluación y a partir de allí el establecimiento que quiera ampliar su horario envía a la secretaria sus documentos, ellos revisan los requisitos de ley y lo envian al certificador, este trámite tiene un costo que debe ser asumido por los comerciantes (porque la administración considera que es un negocio en el que las dos partes deben ganar y si ellos van a vender más deben pagar por su certificación, de pasó evitan pagar mordidas)
La certificación establece tres tipo de establecimientos de acuerdo con el puntaje obtenido en la evaluación (los puntos por cada variable fueron concertados con los comerciantes para legitimar la evaluación) los establecimientos de clasificación A pueden funcionar hasta las 2 a.m. los de clasificación AA hasta las 4 a.m y los de AAA toda la noche. Aquellos que no se certifiquen deberán funcionar hasta la 1 a.m. e incluso si están violando alguna norma se les puede reducir el horario de atención.
Finalmente la ciudad creo una política pública de la rumba que combate la ilegalidad apoyando a los legales y brindando alternativas tanto a los establecimientos como a los rumberos, No podremos aprender en Bogotá algo de esa experiencia???
En mi caso considero que debemos restringir la venta de licor en licoreras, cigarrerías y supermercados después de las 11 de la noche y ampliar el horario de rumba de los establecimientos legales hasta las 6 de la mañana, pero eso requiere un proceso que podemos continuar.(ver nota en el Tiempo de hoy Se redujeron los heridos en riñas gracias a la norma que regula la rumba )
Chapinero invita a sus ciudadanos y ciudadanas a que continuemos el proceso y construyamos juntos una política pública de la rumba en la localidad, es el momento para reunirnos y pensar si esta experiencia nos sirve o si debemos construir una propio o tal vez mezclar un poco de las dos cosas y generar nuevas ideas, todos aquellos establecimientos, rumberos o ciudadanas y ciudadanos en general que quieran trabajar en esto, comunicarse con la Alcaldía Local de Chapinero.